Las zonas verdes repartidas por todo el término municipal constituyen otro de los elementos naturales clave de la ciudad. En total, hay más de una treintena de parques públicos y jardines poblados por un sinfín de especies arbóreas. Uno de los más bellos y significativos es el de la península de La Magdalena, que comprende también la finca del que fuera Palacio Real utilizado por Alfonso XIII durante sus veraneos en Santander, y que sirve de sede a los cursos estivales de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Alberga en sus más de 250.000 metros cuadrados de zona verde un magnífico arbolado, que contiene una amplia variedad de especies vegetales, predominando los pinos piñoneros, pinos marítimos, pinos de Alepo, arce de Montpellier, alisos italianos, olmos, fresnos, cipreses, robinias, tarays, etc. Además, aloja un pequeño zoológico, en el que se pueden contemplar diversos animales exóticos, como focas y leones marinos, pingüinos, osos polares y leones, y los galeones en los que el navegante cántabro Vital Alsar descendió por el Amazonas y atravesó el Atlántico.
En el otro extremo de El Sardinero está situado el Parque de Mataleñas, sobre la rasa del Cabo Menor. Diseñado por los jardineros paisajistas de principios de siglo Jean Forestier y Javier de Whinthuyssen, destaca por su conjunto arbolado y su incomparable belleza natural. Un paseo de altas palmeras canarias marcan la entrada a este recinto de 230.000 metros cuadrados, en el que se hallan cultivados cipreses, tilos, eucaliptos, pinos, castaños de indias, tarays, chopos..., y que cuenta, además, con un campo municipal de golf, un pequeño estanque de aves acuáticas, así como acceso inmediato a las playas de Mataleñas y Los Molinucos. En el espacio comprendido entre un parque y otro se localizan los Jardines de Piquío, creados hacia 1925, donde existe un acogedor mirador. Entre las especies arbóreas presentes en sus 11.690 metros cuadrados de extensión cabe citar una bonita alineación de palmeras canarias y los frondosos tarays, así como una gran variedad floral cultivada que tiñe de colorido el recinto ajardinado.
Además, en el centro de la ciudad también hay zonas para el esparcimiento y el contacto con la naturaleza. Éste es el caso de los Jardines de Pereda, un interesante conjunto arbolado extendido sobre una superficie de 24.530 metros cuadrados del corazón de la capital cántabra, que tiene su origen a finales del siglo XIX y que está emplazado sobre el lugar que hasta entonces había sido un muelle portuario. Magnolios, fresnos, castaños de indias, palmeras canarias, pinos, cipreses, abedules, tejos, enormes tilos, etc., son algunas de las especies que se hallan repartidas por este parque. Otro ejemplo urbano es el Parque de Jado, que ocupa 10.772 metros cuadrados y que está en la avenida de General Dávila. También en este caso predominan los magnolios y los castaños de indias cultivados, de mayor porte y frondosidad, así como chopos, cedros, pinos, robles americanos, tejos, tilos, olmos, laureles y algún ejemplar exótico, como el guayabo del Brasil. En la misma calle se encuentra también el Parque Altamira, abierto al público en 1982, que cuenta con una superficie de 16.000 metros cuadrados poblada de especies como eucaliptos azules, tilos, chopos y otros ejemplares de menor envergadura, como castaños de indias, abedules, arces, laureles, aliantos, ciruelos, cordilines...
En el otro extremo de El Sardinero está situado el Parque de Mataleñas, sobre la rasa del Cabo Menor. Diseñado por los jardineros paisajistas de principios de siglo Jean Forestier y Javier de Whinthuyssen, destaca por su conjunto arbolado y su incomparable belleza natural. Un paseo de altas palmeras canarias marcan la entrada a este recinto de 230.000 metros cuadrados, en el que se hallan cultivados cipreses, tilos, eucaliptos, pinos, castaños de indias, tarays, chopos..., y que cuenta, además, con un campo municipal de golf, un pequeño estanque de aves acuáticas, así como acceso inmediato a las playas de Mataleñas y Los Molinucos. En el espacio comprendido entre un parque y otro se localizan los Jardines de Piquío, creados hacia 1925, donde existe un acogedor mirador. Entre las especies arbóreas presentes en sus 11.690 metros cuadrados de extensión cabe citar una bonita alineación de palmeras canarias y los frondosos tarays, así como una gran variedad floral cultivada que tiñe de colorido el recinto ajardinado.
Además, en el centro de la ciudad también hay zonas para el esparcimiento y el contacto con la naturaleza. Éste es el caso de los Jardines de Pereda, un interesante conjunto arbolado extendido sobre una superficie de 24.530 metros cuadrados del corazón de la capital cántabra, que tiene su origen a finales del siglo XIX y que está emplazado sobre el lugar que hasta entonces había sido un muelle portuario. Magnolios, fresnos, castaños de indias, palmeras canarias, pinos, cipreses, abedules, tejos, enormes tilos, etc., son algunas de las especies que se hallan repartidas por este parque. Otro ejemplo urbano es el Parque de Jado, que ocupa 10.772 metros cuadrados y que está en la avenida de General Dávila. También en este caso predominan los magnolios y los castaños de indias cultivados, de mayor porte y frondosidad, así como chopos, cedros, pinos, robles americanos, tejos, tilos, olmos, laureles y algún ejemplar exótico, como el guayabo del Brasil. En la misma calle se encuentra también el Parque Altamira, abierto al público en 1982, que cuenta con una superficie de 16.000 metros cuadrados poblada de especies como eucaliptos azules, tilos, chopos y otros ejemplares de menor envergadura, como castaños de indias, abedules, arces, laureles, aliantos, ciruelos, cordilines...
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